Se habla mucho de proactividad, creo que a veces demasiado y con la misma frecuencia hemos asociado esta palabra a algo que escapa de su concepto.
Una creencia común y errónea es pensar que ser proactivo es hacer más de lo que tienes que hacer, de trabajar más o tomar otras responsabilidades. Sin embargo, en realidad ser proactivo es tomar decisiones y tomar el control de situaciones anticipándonos a los acontecimientos. Y aquí la palabra clave para entender la proactividad es la “anticipación”.
Una persona proactiva es alguien que visualiza que algo negativo puede suceder y toma acción para evitarlo.
Una persona proactiva no es solamente es alguien que “hace” algo, sino que también puede ser alguien que alerta a su supervisor inmediato, a sus compañeros y aunque no tenga ni las herramientas ni el poder para actuar, decide no quedarse callado y comunica anticipándose a los hechos.
Ser proactivo es una habilidad que hoy día muchas empresas exigen como requisito para optar por un cargo, y es que ciertamente es necesaria. Muchas organizaciones tienen personas reactivas, personas que reaccionan después de que el incidente pasa y es ahí cuando buscan soluciones al problema o al error que se cometió. Y aunque esto no está mal -porque también necesitamos personas resolutivas- la proactividad evita errores.
Una empresa con un equipo proactivo es una que muestra muy pocas fallas porque se adelanta al problema y lo impide antes que suceda.
¿Cómo podemos ser proactivos?
Tengo dos noticias para ti, una buena y una mala. La mala noticia es que la proactividad es genética una investigación publicada en el Journal of Applied Psychology afirma que el 40% de nuestra disposición a ser proactivos viene en nuestros genes. Pero la buena noticia es que el otro 60% puede darse por factores ambientales, o sea podemos convertirnos en personas proactivas.
Para desarrollar esta capacidad, te voy a decir lo que a mí me funciona en el trabajo:
1.- Mucha atención al detalle.
Me gusta mirar a detalle todo lo que pasa por mis manos, no me enfoco en lo general sino en lo específico y esto me lleva a cuestionar todo lo que leo, todo lo que miro.
2.- Imaginarme distintos escenarios de lo que podría suceder.
Esto tiene un poco que ver con ponernos en el lugar de los demás. En mi agencia siempre le digo a mi equipo: “ponte en el lugar del cliente, ¿tú crees que le gustará esto? ¿entenderá esto que le estás mandando?”.
Cuando hago algo me imagino los posibles resultados y así me anticipo a los hechos.
3.- ¡Actuar!
Ten siempre plan A, plan B, plan C. Pero no esperes que las cosas salgan mal para tomar acción, por el contrario, si algo tiene la más ligera posibilidad de generar resultados negativos, piensa y analiza cómo puedes evitarlo.
4.- Comunícalo con alguien más.
A veces por querer ser «proactivos» cometemos muchos errores. Sí, porque no es que sea malo ser proactivo, ¡para nada! Pero si tomamos decisiones sin consultar porque pensamos que estamos evitando un problema, quizá suceda que ¡creemos un problema!
Por eso, antes de accionar háblalo con alguien más, con tu supervisor, con un compañero de trabajo, con algún líder de la empresa, alguien que te pueda decir si eso que estás visualizando tiene sentido y es necesario tomar acción.
En fin, la proactividad es una habilidad necesaria y vale el esfuerzo desarrollarla y fortalecerla todos los días.